Al acabar no quería volver al rodaje. Nunca quería volver al rodaje. Pero, claro, tenía que rodar. Mi trabajo consistía en hacer que se olvidara del rodaje al acabar, sacarle de allí y ponerle de buen humor, y recorrer Madrid y limpiarle el alma, por así decirlo, y luego conseguir que volviera, y ninguna de las dos cosas era trabajo fácil.
Pero cómo he podido no ver esto antes. Antológico. ¿Dije un Martini con Frank en Las Vegas? Olvidadlo. Donde esté una noche de farra con él en Madrid, que se quite todo.
Para muestra, un botón:
Los días en que el rodaje empezaba a primerísima hora de la mañana teníamos que quedarnos en el hotel, en el Felipe II, en el Escorial. Entonces comenzábamos a beber en el bar del hotel a las siete de la tarde, y un par de horas más tarde ya estábamos deseando pegarle fuego a todo. Una de aquellas noches nos dio por lanzar sillas contra un retrato de Franco que estaba bastante alto. Los del hotel iban de un lado a otro llevándose las manos a la cabeza y diciendo que acabaríamos todos en la cárcel. La primera noche fue Sinatra el que propuso la competición. La segunda fui yo. Esa otra noche estaba especialmente venado porque Gloria DeHaven se me había escapado viva.
Porque, en aquel momento, parecía una buena idea. Cómo les comprendo. Por supuesto, la iniciativa acabó como suelen acabar esas cosas:
Aquella noche en el Felipe II me la vuelvo a encontrar, volvemos a hablar, y cuando parecía que ya estaba a punto de caramelo aparece el jodido de Carter y se me la lleva a Madrid. Cogí una botella y Sinatra se apuntó en seguida. Bebimos como fieras y antes de darme cuenta ya estaba yo lanzando sillas. Estábamos tan borrachos que aquella noche no le dimos ni al marco.
Mítico. La jodida definición de la palabra Mítico. No penséis que os he destripado gran cosa del artículo, por cierto. Es una auténtica joya que merece ser leída despacito, con calma. Y como guinda final hay una anécdota deliciosa con Ava Gardner que mejor no os cuento porque sería un crimen.
Disfrutadlo.